sábado, 27 de agosto de 2011

presentación de un Libro sobre Raissa Maritain


 Martes 6 de Septiembre: PRESENTACIÓN DE LIBRO - 19 hs.
Título: "RAÏSSA MARITAIN".
             Una sombra luminosa.
             A través de sus amistades y escritos.

Autor: Piero Viotto
A cargo de:
Dra. María Laura Picón (Doctora en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica Argentina).
                                  Casa de la Empleada
   
 - Obra de Monseñor Miguel de Andrea-
Monumento Histórico Nacional
Sarmiento 1272 - Cdad. Autónoma de Buenos Aires
(a 
200 mts. del Obelisco)

viernes, 12 de agosto de 2011

Raïssa Maritain: una sombra luminosa. A través de sus amistades y escritos.

Raïssa Maritain: una sombra luminosa. A través de sus amistades y escritos.
Raïssa Maritain: una sombra luminosa. A través de sus amistades y escritos.
Reseña de Piero Viotto: Raïssa Maritain: una sombra luminosaA través de sus amistades y escritos. Club de Lectores, Colección Encuentros. Buenos Aires, 2010, pp.414.
Por Nieves Gómez
 Piero Viotto nos ofrece ahora mediante el Club de Lectores argentino una nueva obra que trae a la luz –la filosofía es aletheia, desvelamiento- los lúcidos escritos de Raïssa Maritain, inmejorable compañera del filósofo Jacques Maritain.
 Nacida en Rusia de familia judía en 1883, y pronta lectora en ruso y en francés, tuvo que exiliarse muy joven con su familia a Francia. Sus recuerdos adolescentes están ligados al cultivo de la música, gracias al piano comprado por su padre.  Fue alumna en la Universidad de París – donde había estudiado botánica, geología, fisiología y embriología en la facultad de ciencias- del filósofo Henri Bergson, junto con Charles Péguy, Ernest Psichari, Anna de Noailles y Henri Focillon. Intensos años universitarios, en los que conoció a un activo Jacques, comprometido con los abusos sufridos por los estudiantes socialistas rusos. Época también de profunda búsqueda filosófica y de descubrimiento de la emoción artística. No es difícil imaginar a la escritora, que tantas veces experimentó el sobrecogimiento de la vivencia estética y supo describirlo tan bien, contemplar a Rembrandt y Zurbarán, a El Greco y a Giorgione en El Louvre, de la mano de su compañero. O verlos paseando por el Jardín Botánico de la capital francesa, tomando hondas decisiones vitales.
También de estos años universitarios datan sus afanes con el griego, que le permitieron adentrarse en Plotino y Platón. Sin olvidar sus incursiones a Pascal, Nietzsche, San Agustín o Ruysbroeck.
 Grandes amigos de Ernest Psichari, Charles Péguy y Léon Bloy, la apasionada influencia de este último llevó al matrimonio Maritain a bautizarse como católicos. “La joven –escribió Léon Bloy sobre Raïssa, refiriéndose a su primer encuentro, el 20 de junio de 1905- “es una judía rusa de proporciones minúsculas. […] En este ser fascinante y frágil hay un alma capaz de hacer arrodillar a los robles. Desde los primeros días su inteligencia me ha dejado estupefacto” (278). De esta manera empezará una búsqueda de la sabiduría en común que les ocupará ya toda la vida.
 Instalados en París, su hogar será de 1929 a 1939 “una casa abierta a todos, de cualquier lugar que vinieran, con el fin de reunirse en una amistad común en la búsqueda de la verdad”. Así fueron estos intensos años en los que organizaron constantemente encuentros culturales, atrayendo a científicos, novelistas, artistas, músicos, teólogos y filósofos, incluso políticos, de la talla del artista bielorruso Marc Chagall, del compositor ruso Nicolás Nabokov, el compositor Maxime Jacob, el músico español Manuel de Falla, el polifacético y polémico Jean Cocteau, el matrimonio formado por Pierre van der Meer, escritor holandés y Christine van der Meer, pintora belga. Asimismo, allí conocieron a la actriz Eva Lavallière, al escritor americano Julien Green, a la filósofa alemana Edith Stein y a muchos otros.
Esta última, ya como religiosa, escribió al matrimonio Maritain al recibir el libro de Raïssa El ángel de la escuela: “Nunca he olvidado las horas pasadas en vuestra bella casa, y desde entonces los recuerdo en la oración. […] Debemos conservar este vínculo, aunque no podamos volver a vernos jamás” (292).
Especialmente en este sentido, la obra hace honor a su subtítulo, ya que nos muestra el entramado de ricas relaciones humanas que fueron capaces de crear los Maritain allí donde estuvieron.
 Presionados por los graves acontecimientos europeos de 1939, se ven obligados a emigrar a América, un enorme desgarrón para Raïssa, porque sabía de la cruel persecución hacia sus hermanos de raza; Nueva York será su nuevo hogar, y allí no cesará tampoco su actividad cultural, a la vez que trabajan para restablecer la paz e inyectar nueva vida espiritual en la vieja Europa, fragmentada por la II Guerra Mundial.
 Raïssa se afana con diversas conferencias, con su faceta de poetisa, sobre todo con su indispensable vida espiritual. Y la amistad, siempre la amistad. La vemos organizando un círculo de estudio y formación para jóvenes de Ottawa, a los que traza, como sabia educadora, las pautas para una auténtica educación intelectual, a la vez que se ocupa con su habitual actividad espiritual y su apoyo a la obra de Jacques. Él mismo escribirá tras la muerte de Raïssa, en el escrito con sus apuntes sobre mística y teología, poesía y música, filosofía, que salió a la luz con el nombre deJournal: “Su preocupación por mi trabajo de filósofo dominaba todo lo demás, por esa especie de perfección que esperaba de él. Raïssa sacrificó todo por este trabajo. No obstante todas las penas, morales y físicas, y, en algunos momentos, una casi completa falta de fuerzas, lo logró, porque la colaboración que siempre le había pedido –releer el manuscrito de todo lo que escribí en inglés- era para ella un deber sagrado” (244).
 Después de tres años (1945-1948) de trabajo diplomático en Roma, en los que Maritain ejerció de embajador de la República Francesa ante la Santa Sede, seguirán 10 en Princeton. Finalmente, poco después de regresar al anhelado París, Raïssa sufre una hemorragia cerebral, de la cual muere pocos días después.
Ante el amigo de tantos años, el escritor americano converso desde el protestantismo, Jules Green, vemos a un filósofo Maritain volcado hacia su mujer, una presencia femenina en absoluto pasiva: “[Al volver del entierro de Raïssa] En la profundidad de mi pena he tenido la impresión de que Raïssa me esperaba en el salón lleno de flores; su atmósfera, su espíritu, con esa gracia y esa dulzura, leve y grave, con esa seguridad, que emanaban de ella. Julien, ¿cómo podría ser feliz? He perdido la presencia física de la que amaba más que a mí mismo. […] Y en mi tristeza siento al mismo tiempo una cierta alegría (la palabra inglesa “elation” podría ser más exacta)” (299-300).
Las sabrosas “Notas” sobre algunas relaciones humanas, con las cuales el escritor italiano ha complementado acertadamente los comentarios sobre las obras de Raïssa nos muestran a una mujer humanísima y culta, sufriente y llena de ternura. Un ahijado suyo, el también polémico Maurice Sachs, diría de ella: “Ella evocaba a mis ojos las santas mujeres de la primera edad cristiana: bella, con toda la cálida luminosidad de su raza, pero reservada, apasionada, espiritual, como esas hijas de Galilea en las cuales el ardor entusiasta había consumido todo apetito carnal. Pertenecía exactamente a ese tipo de judías animadas por una llama mística, dotadas de un alma vertical, de la tierra al cielo” (308).
Esto es precisamente lo que expresa el Journal, del cual escribió Jacques Maritain, recomendándoselo a un amigo, sacerdote italiano, como “lo más precioso que puedo regalarle”: “En efecto, quería transcribir rápidamente una parte de las notas que he encontrado en los cuadernos de Raïssa referidos a su vida interior y cuya lectura me ha conmovido y maravillado. Porque conocía sí su vida de oración y de sufrimiento […] y sin embargo ha sido como si ella misma me abriese los ojos” (326).
 En este libro vemos a una mujer sensible a la experiencia estética escribir ante la conocida pieza de Stravinsky: “La fiesta de la primavera me parece siempre más bella cada vez que la escucho. Toda Rusia está presente en esta música” (251); o trazar en un rápido esbozo su búsqueda interior: “Ávida del verdadero saber, no sabía dónde encontrarlo. A los doce años lo ubicaba en la medicina, a los dieciocho en las ciencias, a los veinte en la metafísica, a los veintidós en la teología. Ahora sé que se halla exactamente más allá, y que la santidad, cuando se le añade, lo hace crecer infinitamente, y que la sabiduría, […] puede prescindir de todo” (248). O usar de la poesía, ese lenguaje que no es un juego de palabras ni una escapatoria a la realidad, sino un método de conocimiento que empieza con el volverse hacia sí, con el ensimismamiento.
 La obra presente nos permite asomarnos igualmente a su libro Poémes et essais, también editado por Jacques, obra que causó la exclamación de Pablo VI: “¡Querido e ilustre Profesor! Regalo precioso, el libro que Usted me envía: por la dedicatoria, con la cual se me honra; por la Persona, que en ella revive, habla, sueña, canta y adora; y por la fascinación del candor sentimental, de música espiritual, de tendencia hacia lo inefable que emana de sus páginas. Invita a pensar, a orar; suscita la nostalgia de la contemplación y ofrece a quien está sediento de ella algunos sorbos de consuelo. Sólo puedo pensar en este libro como emanado de la conversación con usted, en una mutua atención a los misterios de la realidad […]” (322).
 Como legado, nos ha dejado unos escritos penetrantes de razón vital femenina, de los cuales da buena cuenta el libro actual, trazando un recorrido fascinante por los caminos intelectuales, estéticos y místicos experimentados por la escritora: El príncipe de este mundoLos dones del Espíritu SantoLa vie donnée –de tan bello título-, Carta nocturnaLas grandes amistadesHenri BergsonMarc ChagallLéon Bloy, peregrino del absolutoEn la oquedad de la rocaPoemas y ensayos y el ya citado Journal. También refleja inmejorablemente este libro el enorme mapa personal de los tres Maritain –ahí está esa otra sombra luminosa que fue Vera, la hermana de Raïssa-, quienes extendieron su esplendor cultural y su riqueza humana a todos aquellos que se acercaron a compartir su vida.

El especialista Piero Viotto, dedicado largos años a la profundización y difusión del pensamiento de los Maritain, contribuye con esta nueva obra sobre Raïssa a esclarecer las intensas relaciones personales que la rodearon, dando con ello razón de la calidad humana de la escritora.

http://www.personalismo.org/recursos/libros-de-tematica-personalista/viotto-piero-raissa-maritain-una-sombra-luminosa-a-traves-de-sus-amistades-y-escritos/
Fuente:

lunes, 1 de agosto de 2011

La amistad desde una perspectiva filosófica

La amistad desde una perspectiva filosófica

            Hace poco hemos tenido la oportunidad de compartir frases y saludos por el día del amigo. En esa oportunidad, por medio de los nuevos foros virtuales, una vez más, pude comprobar la importancia que los seres humanos le damos a la amistad. Hoy quisiera presentarles un breve esbozo de la filosofía acerca de la amistad en santo Tomás de Aquino.  Quizás, este santo ha sido el pensador que más ha estudiado la amistad como pilar de la sociedad, relacionándola con la vida social, con el trabajo, con la justicia, y con las demás virtudes. Sólo en el Aquinate puede decirse que hay toda una teoría sistemática de la amistad desde la mayoría de sus ángulos y aspectos importantes. De él se narra en las crónicas el sincero aprecio que tuvo a su prójimo y su gran sentido de la amistad, lo que seguramente formó parte de la santidad que lo caracterizó.
            Según Tomás de Aquino junto con la experiencia del trabajo, en la historia de la sociedad, la amistad es otra de las experiencias que más nos hacen integrarnos a la vida social, en este todo que es la comunidad política. Hay muchos grados en la amistad (desde el amor más espiritual hasta el más carnal, desde el amor más utilitarista hasta el más honesto, desde la amistad de los familiares hasta la amistad que se tiene por los extraños), pero la simple y rudimentaria inclinación a reunirse comunitariamente es ya un tipo de amistad o de amor entre los seres humanos.
            Siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás ve la amistad como una característica del ser social. Brota del hombre como instinto de su propia naturaleza, pero se realiza según la inteligencia y la voluntad, es decir, conforme a la razón. La amistad no es de suyo una virtud, pero necesita de las virtudes para darse; sólo cuando se trata de la amistad como amor de caridad, entonces puede verse como una virtud. Cuando se quiere tener una amistad auténtica, ésta tiene que fundarse en la virtud, de lo contrario nunca será una amistad perfecta en el sentido estricto. En todo caso, la amistad inclina a la sociabilidad y al mismo tiempo va permitiendo y orientando la correcta vida social (S.Th. II-II q 23, a.1, ad 1 y q. 114, a I, ad 1.).
            Si el trabajo es una de las cosas que primeramente nos reúne en sociedad, con el fin de satisfacer con mayor facilidad las necesidades primarias o materiales, la inclinación a la amistad es un factor más elevado que congrega al hombre en una comunidad. En efecto no es tan pragmatista o utilitarista como el trabajo, sino que alude más a la búsqueda del deleite y apunta a alcanzar la perfección humana. No es sólo un bien útil (como lo es el trabajo), sino un bien deleitable, y que además tiende a un bien honesto como es la vida virtuosa, especialmente en el orden de la justicia. Aún así, Santo Tomás considera que en la amistad (como hemos indicado, es de suyo un bien deleitable, orientado al bien honesto) puede haber tres clases o niveles, de acuerdo con los tres tipos de bienes concomitantes a la amistad: una amistad de utilidad, una amistad deleitable y una amistad honesta.
            La amistad meramente útil se da cuando se busca al amigo por algún interés material, como la ayuda en el trabajo, el apoyo de su poder, o la conexión con otros que puedan producir algún beneficio. La amistad deleitable se caracteriza por la búsqueda del placer o de la compañía de la otra persona para sentir gusto y contento, pero no se va más allá esto. En cambio, la amistad honesta está en función de la virtud, y, como la principal virtud a nivel humano es la justicia, esta amistad está orientada a la justicia (S.Th. II-II, q. 23 a. 1. ad 3; a. 5, c.).
            Resulta entonces que la amistad por utilidad es la más impropia e imperfecta (S.Th. I-II q. 26, a. 4, ad 3.); la amistad por deleite tampoco es la más perfecta (S.Th. II-II, q. 189, a. 10, ad 2.); la única que es perfecta es la amistad honesta o amistad por la virtud. La mejor amistad es, en efecto, la que busca el bien y la perfección del amigo; consiste en convivir según la naturaleza racional, compartiendo el bien teórico y el práctico. Se busca para el amigo, ante todo, la vida; después se le procuran los otros bienes útiles; además se tiene conversación deleitable con él; y, sobre todo, concordia en la virtud (S.Th. II-II q. 25, a. 7, c.; q. 27, a. 2, ad 3; q. 31, a. 1 c.). Sin embargo, aunque la amistad, como se ha dicho no es propiamente una virtud, en este nivel se funda en la búsqueda de la virtud, y por esto lo que es contrario a la virtud impide la amistad, y lo que es virtuoso la fomenta (S.Th. II-II q. 106. a. 1, ad 3.). De modo que, si el amigo peca o pierde la virtud, pero se ve que puede recuperarla, hay que seguir cultivando su trato y ayudarlo a reconquistarla; pero, si se ve que esto no es posible, hay que romper la familiaridad (S.Th. II-II 4.25, a. 5, ad 2.).
            Hemos de considerar, asimismo, que la amistad o el amor tiene su raíz en el apetito concupiscible; pero tiene que ser superado el amor de concupiscencia hasta hacerlo amor de benevolencia. Siempre el amor más perfecto es el de benevolencia, por eso la amistad de concupiscencia no puede superar lo deleitable y sólo la amistad que brota del amor de benevolencia puede llegar ser amistad honesta.
            En la amistad de benevolencia (que es honesta y virtuosa) se quiere, ante todo, el bien del amigo a tal grado que, si se ve que uno mismo no es un bien para el amigo, uno se retiraría discretamente. De un modo común y normal, la amistad de benevolencia se fundamenta en alguna comunicación (S.Th. I-II q. 65, a. 5, c.; II-II q. 23,3. 1, c.; a. 5, c.); su base principal es la comunicación de la virtud y la participación en el bien. Esta amistad es concordia en la virtud y, sobre todo, en lo justo. Entre los amigos puede, por lo tanto, haber discordia de opiniones y sin embargo haber concordia y paz en el trato (S.Th. II-II q. 28, a. 3, ad 2; q. 37, a. 1, c.).
            La amistad fundada en el mero apetito concupiscible es una amistad posesiva y destructora del otro, de aquí que este tipo de fraternidad termina por caer en celos enfermizos. Sólo vale la pena la amistad de benevolencia, que quiere la construcción y realización del otro en la auténtica perfección del hombre, que es la virtud. Como la virtud se orienta a la justicia, la amistad más perfecta es querer la justicia para los amigos, a su vez, querer el bien común. Lo que distingue la amistad de benevolencia de la amistad de concupiscencia es querer el bien y no la imposición (S.Th. I q. 60, a. 3,c.; I-II, q. 26, a. 4,). Cuando esta amistad de benevolencia es una dilección perfecta, por la fuerza sobrenatural de la gracia, da paso a la caridad cristiana (S.Th. II-II q. 23, a.1.) que es propiamente una virtud, la más excelsa de las virtudes tanto naturales como sobrenaturales (S.Th. II-II q. 23, a. 3. ad 1).
            La amistad está vinculada también con el trabajo y la función, porque el trabajo crea solidaridad , y la función cierta igualdad proporcional de coordinación y subordinación. No basta la actividad igual, pues ésta puede también suscitar enemistad, en función de la competencia; debe acompañarse de la bondad, para que los hombres encuentren la proporcional igualdad de lo justo (que no requiere ser igualdad en el mismo rango), ya que toda amistad es en virtud de algún bien y se apoya en alguna semejanza. La verdadera amistad según Santo Tomás, es por el bien del otro y por el bien común, es la amistad por antonomasia, y las otras amistades son tales por parecerse a ésta incluyéndose aquí las amistades tanto entre individuos como entre naciones. De este modo, la comunidad en el bien crea igualdad o concordia de las voluntades hacia el fin (en un sentido filosófico), la cual es más fuerte y más perfecta que cualquier otra igualdad. Por lo tanto, la igualdad o concordia en cuanto a la amistad es la del bien, la de bondad o benevolencia. Las otras amistades (utilitarista o interesada y la de placer o de concupiscencia) también se basan en la igualdad, pero son menos esenciales y plausibles de cosificar al otro.
            Como en la sociedad o comunidad es difícil que se dé en todos los niveles la verdadera amistad, es decir la de completa igualdad, hay que considerar en la sociedad la posibilidad de una amistad entre desiguales. Esta amistad también se funda en la virtud y la operación o actividad de cada uno, y es de justicia distributiva, pues tiene que ver con lo que es justo o correcto con respecto a la asignación de bienes en una sociedad. La amistad social entre desiguales puede ser llamada con un término propio: solidaridad. Por lo tanto, la amistad, ya sea según la igualdad o según la subordinación, se da en todos los ambientes de la sociedad, y la amistad está ligada a la justicia, porque busca el bien del otro, lo que les es propio y equitativo.
            Hemos dicho que el sentimiento de fraternidad y de amistad es natural en el hombre, por eso es causa de la sociedad. Sin embargo, en virtud del exacerbamiento de lo concupiscible de nuestra época, la amistad que más impera hoy no es aquella que busca, por el amor de benevolencia, la virtud y el perfeccionamiento del amigo, sino la que procura, por la fraternidad de concupiscencia, acaparar momentos agradables y deleitables (téngase en cuenta lo que suelen destacar las publicidades o los programas televisivos al respecto). En las relaciones humanas a nivel más comunitario o público, pareciera que se desciende aún más, pues usualmente la amistad que más impera es aquella que busca en el amigo un beneficio material en virtud de su poder e influencia (pensemos, a modo de ejemplo, lo que sucede en nuestra política al momento de confeccionar los diversos frentes electorales). Ahora bien, si el amor está en la base de la sociedad, pues todo agente hace por amor todo lo que hace, según la calidad de amor que prevalece es la calidad de sociedad que se conforma. De estas consideraciones podemos observar que la cuestión acerca de la amistad no es tan inocua, inocente o pueril como podría parecernos en un principio, pues de ella depende la el ejercicio de la justicia social, la promoción de la solidaridad y la vida virtuosa de la comunidad. No en vano muchos filósofos, como Platón y Aristóteles, dedicaron importantes páginas de su obra filosófica a la cuestión. Hoy poco se escribe acerca de la amistad, mejor dicho, pocas cosas serias se escriben acerca del tema, pero mucho se predica y promociona desde la informalidad de los medios masivos de comunicación. Tal vez sea un asunto que debamos retomar en nuestras aulas, pero con la seriedad y profundidad que se merece, y no desde la simple opinología acostumbrada.

P. Luciano Alzueta