El mercado como sistema de asignación de bienes entre los hombres falla creando situaciones asimétricas más o menos permanentes por la falta de una auto regulación ética al plantear como único fin, que todo lo justifica, es la maximización del beneficio, es decir, significa, justificar que aquel que dispone de alguna ventaja relativa haga uso de ella para mejorar su posición y usufructo en detrimento del otro u otros más débiles o carecientes de tal posibilidad.
La asignación de bienes es consecuencia de las decisiones de los propios hombres.
Por Esto, debemos partir que cada decisión económica surge de un acto consciente de un ser humano, acto individual, o acto plural de varios que componen una sociedad, que al ejercerlo están de hecho, modificando las relaciones pre existentes por lo cual las consecuencias son producto de actos racionales del nombre y no casuales o resultado de la acción del mercado.
Esto inhibe el habitual desligarse de la responsabilidad de los actos económicos transfiriéndoselos a entes abstractos que no son sujetos morales, obteniéndose así la inmunidad. que posibilita actuar de acuerdo a fines próximos con beneficios para sí, sin tener que ocuparse adecuadamente de las consecuencias posteriores que pudieran resultar en un fin no conveniente ni debido.
Por esto, nos hemos preguntado :
n “Cual es el fin que nos proponemos y,
n “Cual es el mejor medio para alcanzarle.”[1]
Para la economía actual, la base de valoración , lo constituye el imperativo del “máximo rendimiento con el mínimo costo”, principio económico fundacional de la teoría económica moderna, que en el lenguaje Husserliano se denomina, para los valores normativos, “valoración fundamental”, que da sustento a todo el resto de las normas que surgen del pensamiento económico y que nos ha llevado a una economía normativa de carácter científico sustentada en este principio que ha descuidado, por esto mismo, los valores morales que debieran guiarla.
Por esto la economía, en tanto que es una ciencia práctica, necesita de los valores morales como orientación de la conducta humana y como referencia hacia donde debería esta ciencia estar orientada para el bien del hombre
El camino del economista no es, entonces, el de maximizar la utilidad, el beneficio, la rentabilidad, el placer, la gloria o la fama, sino que es el de entender el devenir económico con la verdad y buscar el bien que no es lo mismo que los “bienes” materiales que postula conseguir la teoría económica hoy vigente.
Ante esto, ante la posibilidad prospectiva de esta ciencia cabe preguntarnos :
Hacia dónde vamos?, cuál es el fin que debe perseguir la economía como ciencia al servicio del hombre, en definitiva para qué sirve la economía?
Siendo entonces el hombre un ser racional y que en tanto obra lo hace por voluntad y de acuerdo a la razón, entonces, los actos económicos contenidos en el libre actuar del hombre también son actos voluntarios regidos por la razón, debiendo serlo por la recta razón, aquella que esta orientada al bien y por lo tanto basada en la verdad como único sustento de rectitud ética y moral que el hombre dispone cual un faro en medio de la oscuridad que significa el saber , sin saber para qué?
La libertad no es un fin en sí misma sino un medio para elegir libremente otros fines o bienes o medios.
si realizamos actos libres es porque ya antes somos libres, y el libre albedrío que es la libertad de elección, de obrar o no obrar, de hacer esto o lo otro, nos es dado para que con él conquistemos nuestra libertad moral que es la que el individuo adquiere con el uso recto de la libertad eligiendo el bien de manera habitual, siendo esta la “meta” y perfección del obrar humano coincidiendo en esto con la virtud moral antes descrita.
Es necesario que reflexionemos sobre cual es el fin del hombre pues de no tener en claro esto podemos seguir en el error de confundir medios con fines, tal y como le viene ocurriendo a la teoría económica actual, que ha endiosado al dinero en tanto y en cuanto , según esta concepción, es quien todo lo puede, pues a través del dinero el hombre puede, aparentemente, acceder a todo aquello que desea o necesita.
Por lo antes expuesto, el hombre como hacedor de la economía dentro del contexto de las múltiples acciones que realiza en su vida, no es un mero instrumento del mercado, ni de las fuerzas que en él imperan, que lo impulsan a hacer algo cual la flecha enviada a su objetivo por otro, sino que siguiendo el pensamiento de Santo Tomás, el hombre haciendo uso de la facultad del libre albedrío decide en cada ocasión que acción emprenderá y hacia qué fin próximo la orientará y en este decidir una vez tras otra, va orientándose hacia un fin superior, fin supremo en la vida del hombre y causa final de sus actos.
Por lo antes expuesto, el hombre como hacedor de la economía dentro del contexto de las múltiples acciones que realiza en su vida, no es un mero instrumento del mercado, ni de las fuerzas que en él imperan, que lo impulsan a hacer algo cual la flecha enviada a su objetivo por otro, sino que siguiendo el pensamiento de Santo Tomás, el hombre haciendo uso de la facultad del libre albedrío decide en cada ocasión que acción emprenderá y hacia qué fin próximo la orientará y en este decidir una vez tras otra, va orientándose hacia un fin superior, fin supremo en la vida del hombre y causa final de sus actos.
Por lo que los bienes próximos serán apetecidos en tanto conducen al supremo bien que es el fin último, porque , tal como él nos lo dice, todas las cosas tienden a completarse y hacia allí se ordenan.
El fin último del hombre es el objeto de la voluntad. Y el objeto de la voluntad es el bien universal, fin de todas las cosas. El último fin del hombre es la beatitud entendida como la felicidad, como el logro de la plenitud del hombre, como su realización.
El problema reside en la confusión respecto al rol del dinero en tanto y en cuanto se lo concibe como fin en sí mismo y se olvida que sólo sirve en tanto con él se pueden adquirir bienes naturales o artificiales, fruto del trabajo del hombre, y se lo idolatra creyendo que tiene valor en sí, cuando en realidad éste le es conferido por el acuerdo entre los hombres, así fue valorada como dinero la sal, las especias, el oro, la plata, el papel impreso, una tarjeta plástica, y hoy un número virtual en una computadora, que muchos hombres modernos acumulan sumándolos una y otra vez en ridícula actitud de egoísmo maximizador, ¿ maximizador de qué ?, de números.
Como el avaro cuyo fin es el dinero y ordena su vida hacia él, parece haberse ordenando la economía moderna hacia el logro de placer, en tanto ha interpretado que los hombres modernos logran realizarse cuando tienen los medios que les posibilitan gozar de placeres. Podríamos, entonces, definir la ciencia económica como la ciencia del placer, a imagen de esos avisos publicitarios de turismo que prometen el logro de todos los placeres posibles simplemente viajando hacia algún punto de la tierra donde todas las cosas materiales son hermosas y al aprehenderlas , como por arte de magia , se accede al placer. La limitación es que sólo se logra el placer físico percibido por los sentidos que por su misma razón de materialidad, cuando el elemento que lo produce se extingue también se extingue el placer, o sea que es sólo momentáneo, de donde surge el concepto popular que la vida plena es una vida de momentos placenteros, lo que exige un gran esfuerzo para lograr un placer tras otro permanentemente, que por el solo hecho de tratar de lograrlo, por el esfuerzo que implica , deja de serlo. O sea , que de hecho, no puede ser una vida así el fin del hombre y menos la economía servir a este tipo de fines parciales y extinguibles.
Frente a esto, nos cabe preguntarnos,
Cuál es el rol que le compete a la economía como ciencia al servicio de los hombres?
[1] Balmes Jaime, Op. Cit. Cap. XXII, inciso 1, El entendimiento práctico, una clasificación de acciones. Pág. 700.
[2] Balmes Jaime, F.E., en Obras Completas, vol. III, Pág. 132. Ver también; Sanabria , J.R., “Ética” Editorial Porrúa, México, 1974, Pág. 101. “La conciencia psicológica es un conocimiento, la conciencia moral es un juicio de valor. La conciencia psicológica simplemente observa; la conciencia moral aprecia. La conciencia psicológica constata, la conciencia moral obliga.”
[3] Balmes Jaime, “El Socialismo”, art. 3°, en Obras Completas, vol V, Págs. 574 - 575.