jueves, 6 de agosto de 2009

Entrevista a Uva de Aragón, académica de la Universidad de Florida

Para esta escritora, periodista y docente cubana, hay un exilio nuevo, que ya no es tan radical ni distante.
Marcelo TabordaDe nuestra Redacciónmtaborda@lavozdelinterior.com.ar
Salió de Cuba en julio de 1959 y regresó por primera vez, de visita, 40 años más tarde. Volvió en otras ocho ocasiones a la que no duda en calificar como su tierra, aunque reside en Miami, donde es subdirectora del Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad de la Florida. “Estoy convencida de que es importante trabajar para una reconciliación de los cubanos”, afirmó Uva de Aragón, escritora, periodista y docente, quien disertó días atrás en Córdoba invitada por el Instituto Jacques Maritain de esta ciudad. “Ha habido mucha incomprensión, malentendidos, odios, lo que crea una especie de esquizofrenia y polarización; hay que tratar de reconciliar y acompañar”, dijo De Aragón a La Voz del Interior. – ¿Hay posiciones conciliadoras en las dos orillas?
–Naturalmente que sí. El exilio es una consecuencia de la persecución y de políticas de restricción. Además se renueva, hay nuevas oleadas de personas que no tienen la posibilidad de vivir en su país. Hay un sector duro de exiliados pero es cada vez menor. Los más grandes han ido muriendo y los que fuimos más jóvenes, con el tiempo fuimos sanando las heridas, asumiendo otras posturas. Los que vinieron después dejaron familia y tienen otras actitudes. Ya no es ese exilio distante, tan radical, de confrontación. Antes había una contradicción: una mayoría que decía que el embargo no funcionaba, pero al mismo tiempo opinaba que debía mantenerse. El embargo para los exiliados era el triunfo simbólico contra Fidel Castro. –¿Qué piensa de las medidas tomadas por Barack Obama respecto de las remesas y los viajes a la isla? –Me parecen muy bien porque eran una de las cosas más dolorosas para el pueblo. Siempre criticamos al gobierno de Cuba porque separaba a las familias; el gobierno de Estados Unidos también lo hizo y siempre me pareció una política monstruosa que no contribuyó en nada. –¿Cambia algo en Cuba que la OEA levantara las sanciones que pesaban sobre la isla desde 1962? –Yo creo que mientras viva Fidel Castro no vamos a ver un cambio fundamental. Creo que Raúl Castro quizá lo quisiera hacer ya. Pero no creo que Fidel permita hacerlo. Fidel no tiene ningún interés en entrar en la OEA ni en vincularse con Estados Unidos. –¿Cree posible que Estados Unidos levante el embargo? –Es complicado. Tiene que haber una votación mayoritaria en el Congreso y en este momento no se da esa situación. Yo quisiera que levantaran el embargo porque creo que se pondría al gobierno cubano en una situación difícil, desaparecería una excusa. Hoy la mayor preocupación del gobierno estadounidense es el tema migratorio. Cada 14 ó 15 años La Habana abre una válvula de escape para que salga gente. Pasó en 1966, 1980, 1994. Han pasado 15 años desde 1994 a 2009. La situación de Cuba se presenta muy difícil, la crisis se siente mucho; puede haber apagones, disminuyó la cantidad de comida que se asigna por las libretas de racionamiento. Los cubanos dentro de la isla, la juventud en especial, están muy descontentos. Fidel sabe cuándo las personas van a conspirar y lo sabe antes que el resto de la gente. Antes de que eso suceda y pueda haber una explosión social, él podría tratar de provocar una crisis con Estados Unidos, abrir un puerto y decirle a la gente que se puede ir. En este momento, el presidente Obama no puede aceptar 40 mil, 100 mil ó 60 mil cubanos, con la crisis económica que hay en Estados Unidos. –¿Cómo imagina un cambio en Cuba? –Creo que el pueblo cubano y que muchos líderes de la diáspora están cansados. Hay una conciencia de que la violencia tiene que terminar y un deseo de que cualquier cambio sea pacífico. Estoy convencida de que dentro de Cuba y cercanos al gobierno ha habido siempre personas reformistas que quieren una transición pacífica, que quieren apertura. –En Florida ¿todos quieren una transición pacífica o van por una revancha? –Mire, los cubanos a veces son muy bocones, hablan mucho y después actúan de una forma distinta y resuelven las cosas con un abrazo. Después de 50 años, personas que han regresado y han visto sus viejas casas, con familias viviendo en ellas, no creo que quieran recuperar eso. Lo que sí creo que quieren los cubanos del exilio es que se reconozca que se cometieron injusticias contra ellos. Después de 50 años creo que la nación, el país, es como un espejo que se ha roto en mil pedazos y todos también estamos rotos por dentro. –¿No cree posible que las nuevas generaciones cubanas defiendan la revolución? –Todo es posible. Pero sin una inyección de capitales, Cuba se mantendrá como hoy, que vive muy mal. Es muy pobre y exporta a sus profesionales y las personas que hipotecaron su vida por un futuro mejor ven que sus hijos y nietos se les van, porque no hay posibilidades. No puedo pensar que las nuevas generaciones opten por esto porque se están yendo.
La Habana, como una madre
–¿Qué sintió la primera vez que volvió a su país? –Tantas cosas... Lloré mucho. La Habana me hizo pensar en mi madre, que era una mujer muy bonita y al final de su vida hubo que amputarle una pierna y aún en el hospital, medicada y demacrada ,seguía siendo una gran dama y seguía siendo mi madre. La Habana está despintada y demacrada, pero todavía sigue siendo una gran ciudad, sigue siendo mi ciudad. El día que llegué a mi casa sentí el consuelo de mi árbol, sentí que el país me acogía... Una cosa que le debo a mi padre es que nunca me inculcó odio. Me hizo amar a Cuba; diferenciar el país y la nación de la revolución o el gobierno. Eso fue lo que me permitió volver sin sed de revancha u odio. Sentí que las cosas más inesperadas abrían miles de recuerdos. El primer viaje lo hice con mi hermana mayor. Fuimos a la casa de mi abuela y estaba la familia que trabajaba para ella y todo, los muebles, los ceniceros, los adornos, todo igual y en el mismo lugar… . Mi abuela ha muerto pero sus cosas están allí 40 años después. Sentí que el país me acogía. Yo tenía mucho miedo de sentirme extranjera en mi propio país pero supe que éste era mi país y que todos mis desvelos de tantos años por Cuba valían la pena. Y aunque yo tenga la ciudadanía estadounidense, mi nacionalidad es cubana.

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